EL CORAZÓN DE JULIA: Desenlace
PROSPECCIONES EN JULIANA
Una mirada postpoética a El corazón de Julia, de Gual & Cantavella
Por Mac Inculking
El final ya está aquí. Los finales son duros. El del verano (con Dúo Dinámico al fondo), el del amor (largo como el olvido), incluso las finales a veces son duras, y no por femeninas resultan menos pedregosas. No me gustan los finales ni las finales. He pensado que la palabra final debería quedar eliminada del DRAE sin remisión. Una Ministra de Cultura para que la tomemos en serio debería empezar sus gestiones con propuestas de este albur, y no inventando leyes que al final ni llegan a publicarse en el BOE. Los ministros y las ministras de Cultura deberían consultarme a mí. Aportaría mogollón de ideas por la décima parte de lo que cobran esos botarates que los asesoran.
Pero yo he venido a pecho descubierto, dispuesto a hablar del final de El corazón de Julia, me guste o no, la novela cuya última entrega tuvo lugar este pasado lunes de aciaga memoria. Ese lunes se me hizo muy triste. Cómo lloré leyendo. Sí, amigos, lloré, y de qué manera. Soy un ser dotado, muy bien dotado, sí señor, de sentimientos. Digo más: no puedo considerar a un ser humano digno de tal nombre, si no ha sido capaz de llorar con El corazón de Julia, al menos esas páginas finales. Hay allí desazón, hay una mujer que se desmorona frente a la incomprensión, hay un grito sordo que es mi grito, que es el grito del género humano frente a esos poderosos para quienes no somos otra cosa que consumistas con patas. Es el final que uno espera en un epopeya con ínfulas, y El corazón de Julia se eleva a esa categoría aunque solo sea por esos momentos de destrucción y muerte.
El último capítulo, el que por fin revela el destino de la protagonista, merece comentario aparte. Uno está hundido en un pozo de dolor, tiene un cuchillo atravesado que amenaza con acabar en traqueotomía, quiere dejar el libro pero no puede… cuando se encuentra con Julia que ya por fin llega al hospital. Recuerden: en la última entrega era transportada por una ambulancia (gratuita aún entonces). En esa parte, otra vez los autores intentan y otra vez consiguen llevar la tensión un punto más allá, como si no hubiésemos llegado ya al paroxismo, como si necesitasen asegurarse de que estamos apurando las heces del dolor humano, oh, un poquito más, toma nota, consumista con patas, de lo que es la comezón humana.
Los consumistas con patas somos tú y yo. Apunta eso: tú y yo.
Estamos en un plano, creíamos estar en un plano ya casi real, postpoéticamente verosímil y todo, cuando la novela se empeña en jugar con los lectores y nos planta en un plano nuevo, el metaplano o metaplanta, con plano picado y plano general y planisférico final que nos deja sin aliento. Un final dantesco, y perdonen por la palabra, pero no otra encuentra mi agitado corazón. La gente huye despavorida, los protagonistas están posesos, las letras de crédito caen sin piedad y se destrozan contra el pavimento en uno de los finales más desgarradores que se recuerdan, como si en el sistema operativo del mundo los troyanos se hubiesen vuelto locos y solo quisieran saciar su sed de destrucción. Todo es horror y fuego y lava en confusión.
Luego, no entiendo nada. Hay dedicatorias, hay jaculatorias, hay palmatorias y hay requisitorias. No entiendo nada. Solo sé que se ha acabado todo, y que es lunes, un lunes muy largo y muy negro del que ya no me voy a zafar fácilmente.
Un lunes marcado a fuego por la historia de esa niña de corazón cansado que fue Julia.
In memoriam.
Y desde ahora, ¿qué será de nosotros cada lunes?
Estos comentarios semanales han sido patrocinados por Pimientos en juliana, C.B., y cuentan con una subvención de la UE para el fomento de la buena alimentación.
Dedico estos párrafos a todas las Julias que han sido parte de nuestro referente afectivo, y sin las cuales jamás habríamos sido solidarios con esta Julia heroica: a la Julia de Goytisolo, a la Julia de John Lennon, a Julia Roberts y Julia Ormond y Julia Gutiérrez-Caba, a la Julia que fue hermana de Julio César, la que da nombre a Julio Iglesias, a Julio Verne, a Julio Romero de Torres, a Julio Cortázar, y a ese Julio que es un Newton x metro, o dicho de otra forma, un Culombio x voltio.
Dedico asimismo unas líneas finales a los autores, Óscar Gual y Robert Juan-Cantavella; al ilustrador, Riot Über Alles; a la editora de sigueleyendo.es, Cristina Fallarás, a quienes tendré presentes en mis oraciones matutinas y vespertinas en adelante. Que ningún señor les tome en cuenta lo que han hecho, pues lo hicieron sin mala fe, que por favor no los lleven a juicio y se conformen con el purgatorio seguro que les vendrá.
Por último hago un llamamiento a quienes tengan a bien enviarme una ayuda a través de Paypal para capear el temporal mientras esté de baja a causa de estas heridas que me hice mordiendo falanges cuando no me quedaron uñas.
PROSPECCIONES EN JULIANA
Una mirada postpoética a El corazón de Julia, de Gual & Cantavella
Por Mac Inculking
Tendremos que dejar de publicar libelos. Nos los han colgado todos en la red
Mr. Gual & Mr. Cantavella
Mr. Gual & Mr. Cantavella
El final ya está aquí. Los finales son duros. El del verano (con Dúo Dinámico al fondo), el del amor (largo como el olvido), incluso las finales a veces son duras, y no por femeninas resultan menos pedregosas. No me gustan los finales ni las finales. He pensado que la palabra final debería quedar eliminada del DRAE sin remisión. Una Ministra de Cultura para que la tomemos en serio debería empezar sus gestiones con propuestas de este albur, y no inventando leyes que al final ni llegan a publicarse en el BOE. Los ministros y las ministras de Cultura deberían consultarme a mí. Aportaría mogollón de ideas por la décima parte de lo que cobran esos botarates que los asesoran.
Pero yo he venido a pecho descubierto, dispuesto a hablar del final de El corazón de Julia, me guste o no, la novela cuya última entrega tuvo lugar este pasado lunes de aciaga memoria. Ese lunes se me hizo muy triste. Cómo lloré leyendo. Sí, amigos, lloré, y de qué manera. Soy un ser dotado, muy bien dotado, sí señor, de sentimientos. Digo más: no puedo considerar a un ser humano digno de tal nombre, si no ha sido capaz de llorar con El corazón de Julia, al menos esas páginas finales. Hay allí desazón, hay una mujer que se desmorona frente a la incomprensión, hay un grito sordo que es mi grito, que es el grito del género humano frente a esos poderosos para quienes no somos otra cosa que consumistas con patas. Es el final que uno espera en un epopeya con ínfulas, y El corazón de Julia se eleva a esa categoría aunque solo sea por esos momentos de destrucción y muerte.
El último capítulo, el que por fin revela el destino de la protagonista, merece comentario aparte. Uno está hundido en un pozo de dolor, tiene un cuchillo atravesado que amenaza con acabar en traqueotomía, quiere dejar el libro pero no puede… cuando se encuentra con Julia que ya por fin llega al hospital. Recuerden: en la última entrega era transportada por una ambulancia (gratuita aún entonces). En esa parte, otra vez los autores intentan y otra vez consiguen llevar la tensión un punto más allá, como si no hubiésemos llegado ya al paroxismo, como si necesitasen asegurarse de que estamos apurando las heces del dolor humano, oh, un poquito más, toma nota, consumista con patas, de lo que es la comezón humana.
Los consumistas con patas somos tú y yo. Apunta eso: tú y yo.
Estamos en un plano, creíamos estar en un plano ya casi real, postpoéticamente verosímil y todo, cuando la novela se empeña en jugar con los lectores y nos planta en un plano nuevo, el metaplano o metaplanta, con plano picado y plano general y planisférico final que nos deja sin aliento. Un final dantesco, y perdonen por la palabra, pero no otra encuentra mi agitado corazón. La gente huye despavorida, los protagonistas están posesos, las letras de crédito caen sin piedad y se destrozan contra el pavimento en uno de los finales más desgarradores que se recuerdan, como si en el sistema operativo del mundo los troyanos se hubiesen vuelto locos y solo quisieran saciar su sed de destrucción. Todo es horror y fuego y lava en confusión.
Luego, no entiendo nada. Hay dedicatorias, hay jaculatorias, hay palmatorias y hay requisitorias. No entiendo nada. Solo sé que se ha acabado todo, y que es lunes, un lunes muy largo y muy negro del que ya no me voy a zafar fácilmente.
Un lunes marcado a fuego por la historia de esa niña de corazón cansado que fue Julia.
In memoriam.
Y desde ahora, ¿qué será de nosotros cada lunes?
Estos comentarios semanales han sido patrocinados por Pimientos en juliana, C.B., y cuentan con una subvención de la UE para el fomento de la buena alimentación.
Dedico estos párrafos a todas las Julias que han sido parte de nuestro referente afectivo, y sin las cuales jamás habríamos sido solidarios con esta Julia heroica: a la Julia de Goytisolo, a la Julia de John Lennon, a Julia Roberts y Julia Ormond y Julia Gutiérrez-Caba, a la Julia que fue hermana de Julio César, la que da nombre a Julio Iglesias, a Julio Verne, a Julio Romero de Torres, a Julio Cortázar, y a ese Julio que es un Newton x metro, o dicho de otra forma, un Culombio x voltio.
Dedico asimismo unas líneas finales a los autores, Óscar Gual y Robert Juan-Cantavella; al ilustrador, Riot Über Alles; a la editora de sigueleyendo.es, Cristina Fallarás, a quienes tendré presentes en mis oraciones matutinas y vespertinas en adelante. Que ningún señor les tome en cuenta lo que han hecho, pues lo hicieron sin mala fe, que por favor no los lleven a juicio y se conformen con el purgatorio seguro que les vendrá.
Por último hago un llamamiento a quienes tengan a bien enviarme una ayuda a través de Paypal para capear el temporal mientras esté de baja a causa de estas heridas que me hice mordiendo falanges cuando no me quedaron uñas.
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